2da parte
(Tonatlauitolli iyaomiquetzal. El arco solar y sus preciosas flechas de obsidiana) ¿Recuerdas ese sueño?
El entorno pareciera un desierto; cada habla de los elementos nocturnos se transforma en un instrumento más de la melodía, rompe y al mismo tiempo reubica con ese contacto corazón- oído del arquero portador. El recinto que envuelve sus joyas, sus brazos como protectores de el des-tinado, la mancomunión con el viento que canta a través de las hojas. A lo lejos el cascabel de una víbora con piel líquida y letanía revitalizante y él camina en complicidad con el tenue aire y la tierra bajo sus plantas a su favor.
----------------------
A las faldas del camino a Cuauhtinchan, de noche en un sendero viejo recorremos como procesión por la misma escalinata que los guerreros águila, evidentemente sin ser seres de tal majestuosidad y fortaleza, subimos a duras penas en estricta práctica, cuando nos encontramos frente a frente con un flechador.
A sabiendas intuidas de nuestro riesgo, escuchamos con atención sus palabras:
-¿cuál es el verdadero camino de esos tres?
Sabemos que si responde alguno de nosotros mal, la mortífera flecha atravesará con certeza nuestra carne en un golpe trasgresor. Cada uno debe correr en línea recta por el sendero elegido y el yaokiskeh tiene el deber de disparar una flecha en llamas. Se que es impecable su vista nocturna, incluso si estuviera vendado de los ojos, así que antes de elegir le pedimos a la menor de las doncellas que si morimos, le prohiba a nuestros hijos pisar estas tierras, que muy a pesar de que son aledañas a nuestra morada, como hogar amado,no queremos que nuestros vástagos entren en el lugar donde nuestro cuerpo liberará la esencia.(¿Por qué? No se, aunque parezca absurdo).
Pregunto a mi corazón cuál es el camino y respondo sin pensar, sin temor y siendo una mujer corriente, la más simple de todas, sin saber los secretos de los cerros, de los árboles, extrañamente acierto por azar.
El flechador me mira como si supiera ya mi destino, y avanzamos todos desafiando lo místico del camino (porque todo lo inexplicable de la naturaleza y sus formas energéticas lo nombramos místico) .Los difuntos nos observan y ponen a prueba a cada uno por separado, que enfrentamos nuestros propios desafíos.
Un ropero viejo en medio del camino (¿Por qué un ropero? Quizás un ropero para alguien mestizo como nosotros sea un símil del baúl, un cofre donde portamos nuestras pertenencias que generan la identidad material, pienso mientras corro ¿Qué sería de nosotros sin ese baúl?nos percataríamos de la ligereza y libertad de nuestra existencia).
Un ser desvanecido por el tiempo ¿una niña o una anciana? no se. Y tú flechador, sentado en una piedra como te recuerdo, con el cabello largo, encorvado escuchas livianos murmullos de un fuego ardiendo ya cumplida tu misión temporal. Dices con tu sonrisa de lado "nunca jamás" tu piel está pálida, no se si estás aquí o como los otros, en otro plano.
Aún así tiemblo por verte, porque recordé que a veces te sueño pero olvido al despertar tu hermosa figura, tus ojos de obsidiana, que te añoro en mis poemas, que con el respeto leal que se le tiene a un maestro deseo estar en tu recinto de amor y sabiduría que resguardas con ese arco y esa flecha.
Pienso que ojalá estés bien, y que ayudarás a otros a librar ese camino extraño; veo al frente a los demás, que avanzan perdiéndose en la noche. Y sin temor continúo ya cansada esperando llegar a casa, pensando en no se que palabras que olvidaré al despertar.
El entorno pareciera un desierto; cada habla de los elementos nocturnos se transforma en un instrumento más de la melodía, rompe y al mismo tiempo reubica con ese contacto corazón- oído del arquero portador. El recinto que envuelve sus joyas, sus brazos como protectores de el des-tinado, la mancomunión con el viento que canta a través de las hojas. A lo lejos el cascabel de una víbora con piel líquida y letanía revitalizante y él camina en complicidad con el tenue aire y la tierra bajo sus plantas a su favor.
----------------------
A las faldas del camino a Cuauhtinchan, de noche en un sendero viejo recorremos como procesión por la misma escalinata que los guerreros águila, evidentemente sin ser seres de tal majestuosidad y fortaleza, subimos a duras penas en estricta práctica, cuando nos encontramos frente a frente con un flechador.
A sabiendas intuidas de nuestro riesgo, escuchamos con atención sus palabras:
-¿cuál es el verdadero camino de esos tres?
Sabemos que si responde alguno de nosotros mal, la mortífera flecha atravesará con certeza nuestra carne en un golpe trasgresor. Cada uno debe correr en línea recta por el sendero elegido y el yaokiskeh tiene el deber de disparar una flecha en llamas. Se que es impecable su vista nocturna, incluso si estuviera vendado de los ojos, así que antes de elegir le pedimos a la menor de las doncellas que si morimos, le prohiba a nuestros hijos pisar estas tierras, que muy a pesar de que son aledañas a nuestra morada, como hogar amado,no queremos que nuestros vástagos entren en el lugar donde nuestro cuerpo liberará la esencia.(¿Por qué? No se, aunque parezca absurdo).
Pregunto a mi corazón cuál es el camino y respondo sin pensar, sin temor y siendo una mujer corriente, la más simple de todas, sin saber los secretos de los cerros, de los árboles, extrañamente acierto por azar.
El flechador me mira como si supiera ya mi destino, y avanzamos todos desafiando lo místico del camino (porque todo lo inexplicable de la naturaleza y sus formas energéticas lo nombramos místico) .Los difuntos nos observan y ponen a prueba a cada uno por separado, que enfrentamos nuestros propios desafíos.
Un ropero viejo en medio del camino (¿Por qué un ropero? Quizás un ropero para alguien mestizo como nosotros sea un símil del baúl, un cofre donde portamos nuestras pertenencias que generan la identidad material, pienso mientras corro ¿Qué sería de nosotros sin ese baúl?nos percataríamos de la ligereza y libertad de nuestra existencia).
Un ser desvanecido por el tiempo ¿una niña o una anciana? no se. Y tú flechador, sentado en una piedra como te recuerdo, con el cabello largo, encorvado escuchas livianos murmullos de un fuego ardiendo ya cumplida tu misión temporal. Dices con tu sonrisa de lado "nunca jamás" tu piel está pálida, no se si estás aquí o como los otros, en otro plano.
Aún así tiemblo por verte, porque recordé que a veces te sueño pero olvido al despertar tu hermosa figura, tus ojos de obsidiana, que te añoro en mis poemas, que con el respeto leal que se le tiene a un maestro deseo estar en tu recinto de amor y sabiduría que resguardas con ese arco y esa flecha.
Pienso que ojalá estés bien, y que ayudarás a otros a librar ese camino extraño; veo al frente a los demás, que avanzan perdiéndose en la noche. Y sin temor continúo ya cansada esperando llegar a casa, pensando en no se que palabras que olvidaré al despertar.