No esta vez...
El arquero amarra sus alas,
divisa una explosión mitificada de esqueletos descarnados,
de bocas de serpientes y se hunde en el cielo.
El elixir brota tibio y virgen de viento.
Colapsa ese tiempo de saetas que profanan carne,
por una boca árida de salvia.
El viejo deja de ser
a manos del alba.