28 de enero de 2010

SIETE LEGUAS



(para Gabitha y Fercho)

"Siete Leguas el caballo
que Villa más estimaba.
Cuando oía silbar los trenes
se paraba y relinchaba."

Ya no es como en los viejos tiempos,aquellos en los que todo estaba revuelto, igual que ahorita pero en esos días olía a tierra relamida de añoranza. Yo quería ser como Villa, quería mi rifle bajo el brazo y mi digno sombrerote de esos con los que algunos ignorantes extranjeros nos siguen dibujando en sus películas, todos chorreados de los bigotes. En fin yo quería pasarme por las armas a dos tres quereres con mis pantalones de rayas,y tener mi propia ley de esa que nadamas sabe del gruñir de los disparos y las botas empolvadas. Revolución, sí señor, si siempre los pobres somos los empolvados, ensangrentados y olvidados, al final la traición sale ganando, al fin nuestra sangre de valientes es derramada por unos cuantos pesos y la memoria guerrera es prolongada al letargo.
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"En la estación de Hirajuato
cantaban los horizontes,
allí combatió formal
la Brigada Bracamonte".

Yo quería a los quince , luego ser como el che Guevara, tenía mi poster a la cabecera de mi cama,banderas negro y rojo, uno de joven se sabe grande y capaz de cambiar al mundo,sí en aquellos ayeres creía en la patria, en los días de independencia.El poder del pueblo ¡De norte a sur, de este a oeste, ganaremos esta lucha cueste lo que cueste!.Los gritos estremecían mi cuerpo joven y mis manos de acero danzaban en el ímpetu.Viajando entre sudor juvenil y estridencia sin causa.
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"Oye tú Francisco Villa
que dice tu corazón.
Ya no te acuerdas, valiente,
cuando tomaste a Torreón,
ya no te acuerdas valiente
que atacaste a Paredón"

Nunca en un corrido encontré nada, yo quería ser guerrillero de mi tiempo, andar entre los agujeros más temibles, ser cazador en máscara, como Marcos de faz negra y ojos de luz, pero los noticieros acabaron conmigo, desolación, recuerdo esa desolación de abismales profundidades que se volvieron cotidianas y ambiguas, dejé de tener fe. Mi cuero recio, mi cabellera larga como las noches de apacible agonía, dulce explosión.
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"Como a las tres de la tarde
silbó la locomotora.
¡Arriba Villa, muchachos,
suban la ametralladora!"

Tic tac,mi corrioso corazón hablándole a mis oídos. Fui cazado y perpetuado por el enemigo. En un cantina. Me había pasado por las armas a cuanta muchacha, había gritado revolución pero sin rifle bajo el brazo,los mismos clamos del pueblo, las mismas estrofas sin música cuyo enemigo cambiaba como los días en le calendario; sin banderas y sin caballos. Sí que hablaban los corridos y los sones a la orilla de la mar, en medio de la sierra, sobre la vieja mecedora y media docena de nietos brincando en mi regazo.
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"Adiós torres de Chihuahua,
adiós torres de Pantera.
Ya vino Francisco Villa
a quitarles la frontera,
ya llegó Francisco Villa
a devolver las fronteras."

El viejo muro de adobe tambaleándome la vida, mis botas con lodo, bajo el brazo la guitarra que lloraba con las largas horas de alegre voz, un corrido tras otro, despues de Villa, después del che, mucho después de Marcos, mucho mucho despues del rock, atrás el siete leguas con el museo de la vida, aquí al fin estaba la libertad, entre las grietas de mis palmas y mis ojos con cataratas. No dejé de en balde las ganas de ponerme un sombrerote, de echarme mis pulques al atardecer...y aquí encontré mi libertad, mi alma ya no es una tienda de raya.