22 de agosto de 2013

Mayauel



Me hallaba en ti
alrededor de tu cintura
respira respira espiral.
Me abrazaba de ti
inhalando tu secreto
destila destila hilaridad.
Te amaba fuera de ti
al ras de tus brazos
circulo, circulo, circulación.
bebía de tu centro
embriagada de realidad
hunde, hunde, unción.
Provocabas brillos celestes
sed saciada con tu saliva
camina, camina, caminante.
El verdor de tu aroma
hacia trizas los tres tiempos
boca, boca, evocación.
Anidaba en tu útero
prendada de tu esencia
borda, borda, desbordante.


1 de julio de 2013

Agua cero

 
¿Sigues robando a la existencia sus figuras de luz?
Porque yo sigo hurtando letras en el seguro social
alguien dijo que era buena fuente de dolores
y yo hice caso al llamado de mi homónimo.
Me fui cerca de los magueyes y del olor a leña,
me derrame en los llanos y los desiertos,
te vi en una cueva amarrando carrizos y tule, 
querías salir al sol pero preferiste permanecer
estar, agazapado con las aguas bañando tus tobillos.
Todavía vivo con tu olor a humear de cacao
con tu miedo a ser iluminado por las estrellas,
con el tornasol de tu piel de horizontes
y las historias de naguales entre hombres, 
pergaminos en servilletas y promesas de olvido;
es increíbles con lo que podemos sobrevivir los humanos.

11 de abril de 2013

Bruma



Olvidé el sombrero, ¿O nunca lo he usado? Tal vez recuerdo algo que no puedo articular con palabras, algo que mi piel simula en sus efectos tornasoles.
Soy de nombre duro, de esos que los padres le ponen a sus hijos como sinónimo de fuerza, pero que al fin representan la lucha de todos los hombres como yo, con remordimientos, que luego somos rete chillones, pero que nomas hacemos que se nos hinchen las venas oculares para después tragarnos las lagrimas, así, sin siquiera ponerles azúcar.
Saben saladas, como el beso de mar con la arena; la garganta se pone tiesa y un ligero dolor se clava como pequeñas puntillas de maguey. Ese dolor es el alma gritando, repelando, renegando lo que la prudencia calla ¿o más bien será resignación?
Esa palabra es la que más duele, es un ácido que lo devora  a uno sin darnos cuenta. Vamos acostumbrándonos a esos piquetes de espina, hasta que se vuelven parte de nosotros, como una línea interminable de muerte.
En mis ojos habita una vorágine que se resiste a perecer, los vértices de mis pestañas dejan ver el brillo que vive en mí, como un coyote andante, sediento, salvaje y libre.
Soy un nahual, un perro nahual que es lacerado por las flechas de la realidad, que en verdad son solo un humo  inclemente, guardián de los tiempos.
Por eso ella me mira así,
Por eso el tiempo nos detiene
O nos libera suavemente
Protegido por la bruma.


Foto: Tonatiuh Castelán