6 de septiembre de 2012

Señor de la muerte

No te quedes quieto, adentro, en un repaso del viejo libro de colores vivos. Regresaste del remolino vuelto un grito con piel provisional. Tu sabes quitarme el sueño y estar por las noches agazapado en mi pecho, sabes como hacer un terremoto en el plano circular de mi memoria. Volviste del lugar de penumbra para recordarme que no puedes salir de mi, pero yo tampoco soy la misma.
Ambos podemos ver mejor, señor, que hay tanto humo en la vida y que mis sueños son solo eso, y que mis ideales son solo eso, y que mi hígado es solo eso y que mis manos son solo eso...y que tu mascara cuadriculada de obsidianas ha de permanecer fija en la gran cara.
Yo no quiero añorarte por cobardía, quiero que vengas por mi y luchemos cuerpo a cuerpo, pues a pesar de mi débil condición de mortal, fui hecha para perecer resistiendo, y eso lo sabes Mictlantecuhtli, que ambos estamos condenados a ser opuestos y al mismo tiempo a desearnos con fervor, que antes de tenerme habrás de vencerme, y que cuando lo hagas moriré dignamente en tu amor infinito...

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