18 de febrero de 2009

FÁTIMA


Fátima como la misma virgen, tonantzin, isis, venus. Como sombra de verano tan prodigiosa y poco concebible cual hada en plena mesoamérica.

No es fácil existir si te la pasas sufriendo por dolores que aún no son tuyos. Fátima un día tuvo las manos como las princesas, al acariciar los pétalos de las rosas parecía que eran los botones la continuación de sus frágiles dedos y así seguía la extensión del universo cumpliendo su misión interminable de crecer.

Un día sentía la joven las emociones y cosquilleos que provocan las hormonas. Fue víctima de las palabras de los que hablan con pericia ansiosos por exprimir las dulces fresas de su boca y además de las desilusiones que trae consigo el preferir las fantasías y los mundos existentes lejos de la sexualidad. Todo al que rechazaba por querer amarle en mundos fuera de la tierra, osaba retirar su dulzura y a cambio desplegaba el inminente desdeño.

¡Oh Fátima tan desdichada flor de los campos de la muerte! como un xempoalxochitl con aroma de otro mudo,a sin palabras, a manos de Mictlantecutli y a lo sobrehumano. Vendida al por mayor en el desvalorado mercado de lo tradicional; lo que la gente teme y los gelatinosos ojos impiden percibir, desairada por los que no conocen el idioma del viento.

Caminaba pues por los andares de la juventud perdida entre la mezclilla y los acordes baratos. Bebía en honor a cualquiera, no por puta, en realidad era por que Fa siempre fue devoradora de humanos. ¡Si tu abuela hubiera escuchado esto ya habría echado agua bendita por toda la casa! Sin embargo hoy es precisamente hoy y ni tu abuela ni el agua bendita habitan ya por los rincones.

Devoraba ella corazones lentamente como el más puro de los manjares, delicioso y excelso como el mejor orgasmo que hallas tenido, todos y cada uno era una sacralizad inmemorial más allá de todo lo existente.

Gota a gota derramaba el corazón aún más delicioso cuando era robado, cuando de entre los labios de la víctima brotaban trozos del fibroso órgano. Algunas veces Se iba iracundo y ella se quedaba con un fragmento de su víctima en las palmas no aquí ni en ningún lugar.

Mentiría si te dijera que Fa tenía el corazón intacto. En algunas batallas le fueron arrancados trozos irrecuperables, no obstante, así es la batalla, si ganas tienes que perder algo. Así es esto, cuando el sufrimiento es parte de ti como la más valiosa de las medicinas ni siquiera la insulsa felicidad puede intervenir.

Así fue saciando su hambre, así buscando el alivio de su dolor interminable que se acrecentaba al ser arrancada del cielo una y otra vez. Al ser ataviada por su collar de bellas piedras que para otros como en algún tiempo, eran solo piedras y no oro.

La virgen sin himen quería ser como Midas, pero a diferencia de éste, ella buscaba convertir todo en piedra. Recrear la vida e inmortalizarla el núcleo de la tierra misma.

Que los corazones de los hombres fueran un día junto al de ella en algún lugar parte de todo, formando algo intangible.

Caminaba un día de tantos entre las serpentinas calles, llegaba a una esquina y recorría mares de autos. Se lo encontró de nuevo y como años antes en un abrazo se cruzaron los tiempos. Fa recordaba el sabor agridulce de su corazón y quiso probarlo otra vez. Él añoró que lo robaran, que le arrancaran la esencia. Estaba cansado de fingir, de tomar siempre lo que le ofrecieran o lo que podía y marcharse sin mirar atrás.

Él ya no quería saber nada de vaginas sin rostro o de rostros sin vaginas. No quería ya la cerveza con limón y charlas que se olvidan. No quería promesas, ni prisas ni besos gratis.

Los dos respiraron y caminaron juntos pero cada quien con su letargo. Envueltos en horas prolongadas, los pétalos de Fátima fueron cayendo. Él se conformó con comprar más cervezas los viernes y llegar todavía borracho los sábados a su despreciable trabajo. Ahora sí pagaba los besos y las charlas nunca las olvidaba el cantinero.

Fátima seguía soñando, me recuerda a tu madre cuando se queda viendo por la ventana hacia algún tiempo y sus ojos se rasan de lágrimas inútiles que son las que más queman. Sus manos parecían dos ramas de pirúl que libraban de todo mal o penumbra.

Después la virgen ya no comía. Delgada con sus mejillas frías y su pecho tibio el corazón mantenía el palpitar severo y su apetito salvaje de juventud quedó plasmado en sus pupilas celestiales. Fátima tenía sed y el agua ya se había terminado.

La vieja Fa.

Fátima es bella otra vez. Dejó ya de alimentarse con corazones de hombres. Su cabellera sigue larga y negra opacada por la tierra. Sus manos parecen de marfil. A veces muy por encima de su cuerpo a plena luz de día un anciano le lleva flores y rara la vez le regala perlas de sus ojos; el día de muertos en ofrenda le deja trozos de corazón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

pequeño pedernal, atravesando carne y sangre